Niños judíos en los campos de concentración. Muchos de ellos murieron, por la indiferencia de gobiernos como el de Perú. Una vergüenza enorme.
Alguna vez, el filósofo español Ortega y Gassset dijo que: “La Historia no existe, lo que existen son historias”. Y nada es más cierto que dicho enunciado. Hay relatos y hechos que han ocurrido en el pasado, pero que han sido ocultados, o en el mejor de los casos -diría peor- acomodados para la conveniencia de otros. Un caso claro se encuentra en la Biblia, el “libro sagrado” escrito por hombres, y que debe ser de lejos no solamente el más leído en el mundo entero, sino es más revisado, y que de hecho demuestra no ser fehacientemente fidedigno. Las razones abundan, y no es necesario indicarlas. Con un poco de agudeza mental, y raciocinio primario, uno puede ver más allá de las escrituras.
Ergo, este posteo, no tiene nada que ver con la Biblia, pero sí con la historia, y en especial, con la nuestra que también ha sido manipulada al antojo de quienes han querido obviar la verdad. Siempre se nos enseñado en la escuela incluso en la universidad, que durante la II Guerra Mundial, Perú fue parte en teoría, del bloque de los aliados, incluso se ha hecho hincapié en que el gobierno del entonces presidente Manuel Prado Ugarteche, rompió relaciones con las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón), declarándole oficialmente la guerra a Alemania, hecho que solo se dio en el papel, mas no en la praxis.
Pero lo que jamás se nos dijo, es que el Perú pertenece lamentablemente, a la lista de países que se prestaron para la perfecta ejecución del régimen nefasto de Adolf Hitler, quien en su extrema locura, llevó a Alemania y con ello al mundo entero, a una guerra considerada la más cruenta de toda la historia de la humanidad; y que alcanzó su pico más alto en imbecilidad, en el famoso Holocausto judío, aunque la palabra correcta, no es Holocausto (sacrificio consumido por el fuego), sino mas bien La Shoah, proviene del hebreo השואה, que significa «masacre». Así es conocido en el mundo judío, tal exterminio sin nombre.
Al respecto, como periodista, siempre me intereso por temas históricos. Hace unos meses compré el libro Estación final, que mi colega y escritor peruano -vaya pretensión la mía- Hugo Coya, ha elaborado con una dedicación conmovedora, y que realmente aplaudo. En ciernes, es un trabajo digno de ser reconocido.
Este humilde blog, se une a las miles de felicitaciones y palabras de gran elogio, para un verdadero señor de la pluma. La riqueza y conmovedora crudeza de los relatos, hace de este ejemplar algo infaltable, en cualquier biblioteca que se precie de serlo.
Los peruanos víctimas de Hitler
Estación final, recoje lo que fue la vida de un grupo de peruanos que por razones diversas, abandonaron nuestro país, para instalarse en Europa donde, luego, el nazismo los volvió víctimas de esa locura encabezada por el Führer. Pero no fueron peruanos comunes y corrientes, los que vieron la muerte a manos de malditos uniformados grises. Eran principalmente, descencientes de sefardís nacidos en Estambul, Turquía, que hablaban ladino, y que llegaron al inicio del siglo pasado a Paita, Trujillo o el Callao, y se ganaron la vida como comerciantes de telas y alfombras.
La sangre judía de todos ellos, fue lo que les costó morir, en los diversos campos de concentración, en especial los de Drancy en Francia, y Auschwitz en Polonia. Todo ello ocurrió, cuando sus familias por razones de índole financiero decidieron retornar a Europa, dada la severa crisis económica que sufrió nuestro país a mediados de los años 30.
Vergüenza enorme: Fuimos cómplices
Lo que muchas veces nos hemos preguntado, finalmente con Estación final ha sido develado. Durante el mandato de Hitler y lo que él llamó la recuperación del Lebensraum -espacio vital- para Alemania, hubo en Perú, un nutrido e impensado incremento del terrible pensamiento fascista y nazista; lo que convino en una condenable complicidad de gobiernos como el del presidente de facto Óscar R. Benavides –confeso admirador de Benito Mussolini, el Duce y principal aliado de Hitler, durante la II Guerra Mundial, cuando Italia pasó a ser practicamente una extensión de la Alemania del Dritte Reich (Tercer Reino).
Aunque curiosamente, Benavides poco antes de entregar la presidencia en 1939, declaró la neutralidad de Perú ante el conflicto bélico.
Pero durante su desastroso gobierno, Benavides dio muestras palpables de ser antisemita. De hecho emitió una ordenanza mediante la Cancillería del Perú -el documento permaneció oculto hasta el 2005 – en la que se prohibía, que se concediera una visa a las personas que profesaran la religón judía o parecieran serlo.
Otro cómplice aun peor, fue Manuel Prado Ugarteche, quien durante su primer mandato (1939-1945), le negó la visa a niños judíos huérfanos entre los 4 a 10 años que, luego, terminaron siendo asesinados en las cámaras de gas. Ello aconteció, en octubre de 1942, cuando el Congreso Judío Mundial con sede en Portugal, pidió a la comunidad residente en nuestro país, que gestionara ante nuestro gobierno, el envío de niños huérfanos desde la zona no ocupada de Francia.
Ya Estados Unidos de Norteamérica había concedido cinco mil visas, Canadá doscientos y Chile cincuenta. El gobierno de Prado se negó a condeder visado alguno a esos pobres niños, a pesar que ello no iba a costarle un solo centavo a nuestro país, pues iban a ser adoptados y mantenidos por familias judías residentes en Perú.
Esas criaturas, fueron luego asesinadas, pues al nadie hacerse responsable de ellos, resultaron siendo eviados por los nazis a los campos de tránsito de Drancy. Una condenable actitud, que creo hasta hoy seguimos pagando. Quizás por eso, tantas desgracias aún ocurren en nuestro territorio.
Este, es el hecho más bochornoso de nuestra historia republicana en el curso del siglo XX. Tamaña maldad, nos hace cómplices sin quererlo de la mayor masacre perpetrada en la pasada centuria. Para mí como peruano es una mancha enorme, y pido disculpas por ello. Disculpas sí, es lo mínimo que debemos hacer todos. Saber ahora, recién ahora, que mi país mi querido Perú se prestó para el genocidio judío me hace sentir muy mal. Espero algún día podamos borrar ese penoso lastre. Ahora entiendo porqué de esto jamás se nos ha enseñado algo. Claro si da vergüenza.
Desconocida heroína: qué injusticia
Párrafo aparte. En Estación final, hay un hecho para no soslayar, y del que jamás
-vaya novedad- hemos sido informados los peruanos; y es aquel que cuenta la heroicidad de nuestra compatriota Madeleine Truel Larrabure -nacida en Lima 1904- pieza clave en la resistencia francesa y después, en los campos de concentración donde su tenacidad pese a las torturas que sufrió, le valieron el aprecio de sus compañeros de infortunio, muchos de ellos aún vivos gracias a ella, y su coraje a prueba de balas.
Madeleine, fue autora del libro “L’Enfant du Metro” (El Niño del Metro) publicado en París, en 1943, y que narra la historia de un niño que viaja por las estaciones del metro de París ambientado en la década de 1920.
Durante la resistencia de Francia contra la ocupación del ejército Nazi en Francia, Madeleine, trabajó como falsificadora de documentos. Fue capturada en 1944, y cruelmente torturada aunque sin éxito para extraerle información. Fue enviada al campo de concentración de Sachsenhausen en 1945, Ahí se ganó el aprecio de todos sus compañeros de infortunio, dado que vivió la caridad de forma heroica.
Se desprendía del poco alimento que les daban para compartirlo con los que ella consideraba que lo necesitaban más. Mantuvo siempre la alegría a pesar de las dificultades, y animaba a sus compañeros de prisión con las historias bonitas que recordaba del Perú. Por este motivo recibe el cariñoso apelativo de "Le Oiseau des lies" o “Pájaro de las Islas”.
Lamentablemente, Madeleine, tuvo que tomar parte en La Marcha de la Muerte; aquel triste suceso conocido por dicho nombre (comenzó el 22 de abril), toda vez que los soldados alemanes al verse cercados por el Ejército Rojo (Rusia) ordenaron a todos los prisioneros del campo de exterminio de Sachsenhausen (cercano a Berlín) a caminar descalzos y sin alimento alguno un total de 30 kilómetros diarios, hasta llegar a la ciudad de Lübeck.
En este trayecto en condiciones infrahumanas, donde perecieron la casi totalidad de prisioneros judíos, y otros; murió también nuestra ilustre compatriota. Ella fue enterrada en el cementerio de Stolpe (Alemania) cerca a una de las fosas comunes el 3de mayo de 1945. Faltando tan solo cinco días para el fin de las hostilidades, al rendirse Alemania de modo oficial. También faltaba poco, para la liberación de todos los campos de exterminio, por parte de las tropas aliadas.
El adiós
Los amigos que la acompañaron hasta su último respiro, le pusieron un vestido rojo y buscaron a un sacerdote para que rece unas oraciones ante su cuerpo con la seguridad de que Madeleine hubiese agradecido ese gesto. Antes de ser enterrada, una de las compañeras le puso su brazalete judío para que fuera luego identificada como víctima de la locura nazi. Otro le puso sobre su pecho geranios rojos y blancos en homenaje a su nacionalidad peruana y por lo mucho que les hablaba de su país.
El nombre de Madeleine Truel Larrabure, figura frente a la catedral de Notre Dame en París, en la larga lista de personas deportadas desde Francia, durante la II Guerra mundial. Aquí en Perú es una perfecta desconocida, una lástima en verdad. Tamaña injusticia debe ser subsanada de inmediato.
También existieron otros peruanos de valor indomable. Los hermanos limeños Eleazar y Jabijo Assa, fueron baleados por la espalda por solados ucranianos de la Schutzstaffel o SS (Escuadrón de Protección Nazi), durante una revuelta en la que lograron huír muchos de los prisioneros judíos del campo de concentración de Sobibor. Los héroes peruanos, acabaron muriendo con sus manos impreganadas a las rejas llenas de púas, mientras sus compañeros escapaban, gracias a su invalorable sacrificio.
Para reflexionar
El nefasto campo de concentración de Auschwitz, sigue entero y el tiempo parece no haberse detenido en sus lúgubres instalaciones, que son visitadas año a año por cientos de turistas, que pueden observar con el mayor de los respetos parte de nuestra historia negra. Sí nuestra, porque aunque no hayamos sido soldados nazis, somos por el contrario también parte de la raza humana, que tanto daño se ha hecho y sigue haciendo así misma.
Alguna vez he pensado, que en Auschwitz por las noches, cuando los perros ladran, y la gente duerme; aún es posible escuchar los ayes de aquellos que perdieron su vida ahí. Aún se escuchan sus lamentos, aún persiste ese dolor impregnado en sus paredes de hormigón. Todavía persiste la infamia... me pregunto una y mil veces, si alguna vez acabará tanto dolor.
3 comentarios:
Muy vibrante lo que has escrito debo leer ese libro tan interesante, lo buscaré en Girasol. Un beso Carlos.
Otro gran posteo tuyo. Sigues siendo un gran redactor con gran sentido de lo periodístico como tal.
Te felicito amigo sigue así. Un beso enorme. Ah me conmovió el epílogo y el vídeo que adjuntaste. Muy bueno todo.
Carlos te cuento que no he podido conseguir el libro, pero en Internet lo busqué. Me gustó mucho lo que escribiste pero también me dio mucha penita lo que pasó en el pasado. Es algo muy doloroso que debemos desterrar para siempre.
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