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jueves, 28 de noviembre de 2013

Antitaurino y punto






Tras varias semanas sin escribir, de nuevo lo hago hoy. Sí me confieso flojo porque escribir con coherencia y contenido de clase, no es fácil y menos debe ser algo que se trate a la ligera. Comentar sobre la TV basura que nos invade como los programetes "El Valor de la Verdad", "Combate", "Yo soy"; ya cansa y es ocioso. A mí me parece de mayor interés referirme a la campaña anti corridas de toros, con la cual simpatizo, y que en las últimas semanas viene cobrando en nuestro país, mayor fuerza de la que muchos esperaban.

Por ser este un tema polémico, me limitaré a contar el origen de mi animadversión al "trabajo" de los toreros. A  fines de los ochentas -en un cine de Lince- tuve la suerte de ver la película mexicana El niño y el toro, dirigida por el director  Irving Rapper; en la que se narra las vicisitudes de un pequeño de unos diez años, que tiene un ternero al que pone por nombre "Gitano". Con el paso del tiempo, el animal llega a convertirse en todo un toro de lidia, por lo que finalmente llega a la plaza de toros, donde le espera la muerte. El niño llamado Leonardo,  logra estar presente en la arena de la Monumental Plaza de toros de México.

"Gitano" muestra una bravura descomunal, y logra derribar al torero. Cuando todo hacía presagiar que el bóvido va a cornear al "matador", ello no ocurre pues se queda inmóvil. Este gesto le ganaría finalmente el indulto. Por lo que salva de morir, para alegría de su joven dueño. Ahí fue que pensé en lo lindo que serían las corridas de toros, sin banderillazos y muerte de por medio.

Realmente quedé  marcado con semejante drama. Desde ahí me juré a mí mismo ser antitaurino. Ahora, volviendo al quid del asunto, creo firmemente que todos aquellos amantes de la mal llamada "fiesta brava" son unos reverendos y tristes sádicos. Lamento que en ese costal, incluso estén inmersos personajes de gran nivel socio cultural... pero como dicta una frase algo olvidada: "la universidad no corta las orejas".


Me declaro antitaurino, porque no le veo arte ni parte, a un tipo con traje de luces que ultima a un animal al que previamente lo martirizan al máximo para que salga hecho un demonio. Encima le clavan banderrillas causándole heridas sumamente profundas, que minan su real fuerza. Eso solo tiene un valedero nombre: barbarie. Creo que el hombre civilizado no puede seguir  siendo parte de espectáculos tan pobres como una corrida de toros.

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